miércoles, 12 de agosto de 2009

Todas las mañanas. Platero

Argumento en angustia. Con los nervios que arden como carne viva. El delirio endémico que me obliga a escribir estas líneas, calamitosas en busca de refugio, ahora que no estoy contigo y te extraño, arropado, anclado en sombra…

Anclado también entre la cirrosis y la sobredosis sabinera de pasados blancos polvorientos, de noches de narices frías, ¡que tanto extraño! Y ando muy pensativo desde que no te tengo. Y ahora, justo en este inquieto momento, develo que era la introspección lo que evitaba cuando te usaba, lo que censuraba mis temores y me causaba la gripe. Ahora lo vislumbro, por eso te necesitaba…

Pretérito evocado por mi memoria adormecida. Angustias con tus alas benditas, esas que muchos satanizan: para mi, comentarios antagónicos, agazapadas, adversarios. Como si yo te entendiera de entero. Creo que ahora te odio.

Y recuerdo esas tardes andadas con los labios secos y la nariz tupida, pero andaba, rara vez titubeando y con muecas. El post cigarrillo con mis teorías de que toda existencia es celestial y con mis creencias hecatombitas de la sociedad humana.

Ahora me cubre la mollera la noche oscura. Subsisto con migas de almuerzo y refuerzos para la impaciencia, enclaustrado, enterrado en vida, entre paredes como titanes que solo me muestran el cielo azul de la arbolada Cieneguilla, en mi nuevo hogar.

Allá arriba, donde todo es celestial y la promesa de vida sigue atenta, se refleja las luces de las estrellas tintinear. Cielo inmenso que, por las mañanas, es la pista de baile de las nubes blancas, que mutan como pompones. Y veo siempre a Platero en ellas, sin huesos como si fuera todo de algodón, saltando. El burrito me acongoja la sístole. Sus pelos con como delgadas líneas blancas que hacen bramar a mis tripas, me hacen moquear.

Carajo, estoy dengueado: lo pienso pero no lo escribo. Vuelvo a recordar mi necesidad, estoy en mi primer mes de tratamiento, y me atormenta la necedad que me metió aquí. Mi madre no tiene la culpa.

Argumento en angustia y recuerdo porque estoy acá….

La Adicción.

Alpha. La primera letra del abecedario no me dice nada si esta sola. A. ¿A quién? A nadie. Y, ante tanta ilegibilidad, decidí que la acompañen otras siete letras. La adicción. La considero una palabra muy humana, porque todos la sufrimos (¿o gozamos?) Hoy solo la quise retratar en su forma más común.

2 comentarios:

Raquel Getzel dijo...

Wow... lo he leido más de dos veces para poder comentarlo (tómelo como un cumplido)

Me parece increible y, a la vez, muy creible que haya llegado a donde llegó a partir de la fuente de este guiso. Pensaba, al leer el proceso que lo llevó a escribir lo que escribió, en todas las asociaciones "anónimas" (Alcohólicos Anón, Drogadictos Anón, etc) y en como cada una de las "A" de esta fuente pudiera facilmente representar como sus adictos se ven dentro de ellas. Todas diferentes y a la vez la misma.

Luego mientras leía el escrito me hacía pensar que se trataba de un amor enfermizo. Al llegar a la nariz tupida, no me quedó duda de la adicción y sus efectos malos y buenos. Luego... rehabilitación. Dura y fría rehabilitación...

En pocas palabras, excelente escrito. Maravillosa interpretación y un placer leerlo.

Gracias,
Raq

Dina Bellrham dijo...

Me ha sorprendido la forma que manejas la prosa poética, siniestra, que cada pulso se vuelve tentativo en la papila, en sí, un círculo vicioso.

D